03 julio 2006

Si diez años después

Lucía recogió su bolso e introdujo en él el periódico, como venía haciendo diariamente desde hacía diez largos años. La resignación se vislumbraba en su cara, minuto a minuto, mientras salía cautelosa de su solitario hogar.

Iba a ver a Simón, su marido. La gente pensaba que estaba loco viviendo allí en lo alto, sobre el esqueleto de un edificio que la falta de presupuesto había convertido en un fantasma. Simón vivía así porque así lo había decidido. Su intención era ser estilita, aunque Lucía hubiera preferido un marido anacoreta o ermitaño, pero la escasez de columnas en la ciudad del viento le había conducido a su otro hogar.

La mujer miró a lo alto. El sol la deslumbraba, pero entre destellos pudo ver a Simón de rodillas, su figura recortada contra el cielo, observando el Príncipe Felipe a lo lejos, muy lejos. Rutinariamente dejó el periódico y una bolsa con comida en el canasto que pendía de una polea, la única comunicación con su marido. Tiró de la cuerda y suspiró con cada empujón.

Simón no siempre había sido así. Años atrás, cuando lo conoció, era un joven alegre, amigo de sus amigos, aunque su pasión por el baloncesto le había llevado a cometer algunas locuras que Lucía siembre había perdonado. Ahora se arrepentía de no haber mitigado esa pasión, pero también era tarde para esto.

La cesta había llegado arriba, golpeando una campanilla que advertía a Simón de su llegada. Lucía inclinó la cabeza, cansada de vivir así. Su mente se deslizó hasta el más oscuro rincón y comenzó a bucear entre sus más amargos recuerdos.

Recordó a Simón tras la victoria de la Copa del Rey del 82, abrazándose a Magee con más fuerza de lo que hubiera abrazado al hijo que nunca tuvieron. Recordó los dulces años 80, cuando se compraron el piso y el CAI llegaba año tras año a semifinales, acumulando alegrías y decepciones. Recordó con añoranza el año del cambio, cuando abandonaron el Huevo por el inmenso Príncipe Felipe, la pareja soñada, Magee-Davis, la Copa de Belostenny, las malas temporadas de 6º, 7º, 8º puestos. Recordó sus noches de insomnio, porque el equipo había perdido contra el Enimont, la humillación de Ginebra, asaltado en la calle por una docena de griegos borrachos mientras las policía suiza miraba hacia otro lado, a Dennis Hopson, a J.J.Anderson, McQueen, y el fiasco tremendo de perderse la Primera Euroliga por un maldito partido contra el Taugrés...

Lucía advirtió que la canasta ya no pesaba. Su marido la había descargado. Inconscientemente, dejó que la cuerda se deslizara entre sus dedos lentamente mientras el recuerdo volvía... la ilusión del Amway, de aquel equipo fantástico con los hermanos Angulo, los Arcega, Turner, Bannister y Fran Murcia. Eran tiempos felices antes de la tragedia. Sí, la maldita tragedia de la falta de dinero de un club que para su marido no era un club, era una religión, un dogma de fe más sagrado que su propio matrimonio.

Recordó con intensidad sus palabras, su cara al comunicarle que no podía existir ni ser feliz mientras el equipo de su ciudad no volviera al sitio que por derecho le pertenecía. Si el Amway Zaragoza no regresaba a la ACB, él no compartiría ni lecho ni pan con ningún otro ser vivo. Era su penitencia. Lucía se había burlado de él en aquel desdichado verano de 1996, pero en los ojos de Simón había una determinación que la asustaba, la misma pasión de siempre, pero esta vez el río discurría en sentido contrario, amenazando con robarle la vida.

Y así, año tras año, le subía cada día su comida y el periódico, con alguna nota ocasional para recordarle que todavía tenía una mujer abajo, que ella le seguía esperando. Pero Simón era inflexible. Penitencia y castigo, espera y dolor.

Nunca había bajado. Ni siquiera cuando el proyecto impulsado por Pepe Arcega y Loriente cobró forma en el 2002. Simón había esbozado un lacónico: "Me arrancaron la ACB y quiero que me la devuelvan". Lucía se había vuelto loca de desesperación. Su corazón se disparó varias veces, la negociación con el Cáceres, el partido en Granada, Fuenlabrada, la noche trágica del Polaris... ocasiones irrepetibles para recuperar a su marido. Y aquella mañana otra, el Forum Valladolid tenía intención de vender la plaza en ACB, pero finalmente no lo haría.

Lucía recogió el cesto y lo ató. En su interior observó una pequeña nota, la misma que le había dejado subrepticiamente unos minutos antes. Con letra amplia y grande estaba escrito: "Te quiero, Simón. Es hora de bajar". Como contestación, un simple: "Puedo esperar otro año más".

La paciente mujer arrugó con furia el papel y lo arrojó al suelo. Por primera vez en mucho tiempo agachó la cabeza y salió corriendo de aquel lugar sin mirar al cielo. La rabia la cegaba en su camino. Rabia contra Simón, contra ella misma, pero sobre todo contra todos aquellos culpables de su situación. Le daba igual todo, que ascendieran deportivamente, que compraran la plaza o que aumentaran el número de equipos en la ACB. Ella sólo quería recuperar su sitio, recuperar a su marido.

4 Comments:

At 10:47 a. m., Blogger elmasmalo said...

El personaje del marido es un poco extremista, pero los sentimientos de la mujer bien pueden ser los de muchos de nosotros... Otro año más...

 
At 8:03 p. m., Blogger Manuel Custodio said...

Gracias por vuestros comentarios. Por supuesto que estas pequeñas historias son extremas, pero así es más fácil expresar sentimientos y sensaciones.

 
At 7:55 a. m., Blogger Manuel Zapater said...

Enhorabuena por la página. Un placer leer cosas bien escritas.

Coincido con Cristóbal en muchas cosas, también en el 96 llevaba yo dos años fuera de Zaragoza y también perdí la ilusión por la ACB. Pero en mi caso, sin Magic ni Petrovic, tampoco la NBA me llamaba mucho. Llenaba esos huecos jugando más si cabe con los amigos a baloncesto.

Ahora soy abonado del CAI otra vez e intentaré estar siempre ahí, animando y disfrutando. Ojalá pronto en ACB, pero no me arrepiento de la anterior campaña.

Saludicos

 
At 11:28 a. m., Blogger Rodman said...

Fantástico tu relato y fantástica la pelicula en la que te basas.

Yo también me siento un poco como el marido en lo alto de esa torre esperando a poder bajar por fin este año.

 

Publicar un comentario

<< Home