15 julio 2006

Jerry Maguire


"Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi representante." Groucho Marx.

El jugador volvió a coger la botella y escanció medio vaso. La dejó con un sonoro golpe sobre la mesa y se llevó la copa a la boca. Sabía que estaba prohibido, pero en ese momento ninguna norma o circular le importaba más que ese trago.

A través de los cristales del hall, el jugador podía contemplar a la gente pasar por delante del hotel de concentración. Algunos compañeros deambulaban por aquí y allá, tratando de hacer transcurrir el tiempo antes del partido. Un tiempo largo y tedioso, donde cada uno buscaba mil maneras diferentes de superar el estrés en una ciudad extraña, en un lugar poco amable con los viajeros.

Pero el jugador ya tenía su propio entretenimiento. Frente a él, sobre la mesa, como un fantasma reincidente, el periódico local daba una particular versión de un suceso muy embarazoso. Parte de sus esperanzas para la temporada que estaba empezando se desvanecían al mismo ritmo que el jugador daba vueltas en su cabeza a ese artículo.

Una figura alta y desgarbada pasó a su lado. Un compañero de equipo, un jovenzano apenas salido del instituto, le tocó el hombre cómplice y le guiñó un ojo.
-Me voy a dar una vuelta por aquí cerca. Necesito airearme un poco. Tú ya sabes.

El jugador ni contestó. Podía advertir la maliciosa intención de sus palabras. Le quitó la mano del hombro y se sirvió otra copa. Un miembro del equipo técnico estaba tomándose un café junto a la barra, a menos de 10 metros, pero no le importaba que le viera. Nada importaba.

Sin inmutarse volvió a dirigir la mirada al periódico. El titular no era muy grande, pero cualquier aficionado al baloncesto lo leería sin dudarlo. ¿Quién demonios había sacado la noticia a la luz? Inconscientemente apretó los puños hasta blanquear los nudillos.

Una voz familiar le sacó de su ataque de ira.
-No te preocupes, ya lo he resuelto.
El jugador alzó la cabeza para ver el repulsivo aspecto de su agente deportivo. Con su sonrisa obscena era capaz de sacarle su porcentaje a un moribundo, por eso mismo le había contratado unos años antes, cuando su carrera había empezado a declinar.

-¿Y cómo lo has hecho? ¿Partiéndole las piernas al informador? -replicó.
El agente estiró un poco más los labios hasta fundirse con las orejas, tomó asiento y retiró la copa de la mano de su cliente.

-No fue necesario. He demandado al periódico. No tienen ninguna prueba. Es su palabra contra la tuya. Y la tuya es la buena, ¿verdad? Mañana harán una rectificación.
El jugador agrió el gesto un poco más y se agarró la cabeza con las dos manos, como si quisiera arrancar las desgracias junto a su cabellera.

-¿De dónde ha salido la noticia? -inquirió una vez más el jugador.
El hombre del traje oscuro sacó un PDA indiferente, buscó un rato y se la entregó a su cliente. El jugador le miró perplejo.
-¿Un foro de internet? -se extrañó.

El representante asintió con la cabeza.
-Un foro de internet. La democracia del periodismo amateur.
-Pero, ¿nadie controla esto? -se preguntó el jugador.

El agente encogió la sonrisa un instante, el tiempo suficiente para que su cliente advirtiera la importancia y complejidad del asunto.
-Mira, la situación ha cambiado. Antes la única voz que encontraba eco era la de los medios. La radio, la prensa escrita, la televisión... eran fácilmente controlables porque su propia escasez les impedía salirse del guión, so pena de ser expulsados del club de privilegiados que se enteran primero de las noticias, de las entrevistas exclusivas, del acceso a entrenamientos, del tratamiento especial. Pero desde que llegó internet al gran público, y especialmente desde la prolificidad de los foros de opinión, la tarta se ha repartido de tal manera que nadie puede controlarla.

El jugador asintió con la cabeza. Llevaba años en el negocio como para no conocerlo. Antes sabía como manejar a la afición. Una llamada aquí o allá con los 3-4 periodistas que llevaban el baloncesto le servían para cambiar la dinámica de la opinión pública. No pocas veces habían convertido una derrota por la mínima en una victoria moral por el hecho de exponerla en los medios como algo positivo.
-Antes la gente era manejable -expresó en voz alta.
-No -le contrarió su representante -La gente sigue siendo voluble. No ha cambiado. Pero ahora hay personas preparadas, con tanto o más conocimiento de este deporte que los propios periodistas, que tienen acceso al gran público, por medio de foros o blogs, es lo de menos. El pueblo es capaz de opinar con un simple click en el ordenador. Y no sólo eso, sino que, al igual que el teatro, sienten en primera persona que sus palabras son escuchadas. Otras personas les contestas, les aplauden o les abuchean con otros mensajes.
-Y se creen diosecillos...
-No -volvió a interrumpir el agente - Simplemente saben que tienen un poder del que antes carecían. También hay gente que no tiene ni idea de esto y opinan de igual modo, y eso les resta credibilidad, al igual que si tú juegas bien, pero el equipo lo hace fatal, la impresión general es que todos habéis jugado mal. Ya conoces los tópicos, "todos los periodistas son iguales", "no vale ningún jugador", "en los foros sólo hay listillos"... Y claro, lo que antes era un cotilleo que no salía de los amigos, ahora es fácilmente publicable en cuestión de minutos y de forma anónima.

El jugador le arrebató la copa una vez más ante la atenta mirada del miembro del equipo técnico. Le sonrió burlonamente y la dejó otra vez sobre la mesa.
-Tranquilo. Tú eres mi chico. Yo te protegeré de todo esto.
Otra mueca descreída apareció en el rostro del jugador.
-No. Sólo soy el 10%.