23 julio 2006

El largo y cálido verano (I)




Ocurrió hace unos años.

La ilusión inicial había dejado paso a la ignorancia más absoluta. La mayor parte de los aficionados al baloncesto de élite en Zaragoza no tenían ni idea de lo que teníamos entre manos. Sabían que Pepe Arcega estaba detrás de todo, que José Luis Rubio no habia sido incluido, y que algunos empresarios de Zaragoza ponían el dinero. Nada más se conocía.

Tal día como hoy, hace cuatro años, una noche de verano, tomando unas cervezas en una terraza con un amigo entendido en esto, recuerdo que comentábamos los primeros nombres que iban a devolver el esplendor a nuestro viejo CBZ, que no era el CBZ ya, pero que en nuestro imaginario colectivo continuaba conservando todos esos nombres con los que nos habíamos criado: Skol, CAI, Natwest, Amway...

Yo había estado buscando desesperadamente el teléfono del nuevo club para hacerme abonado en las sillas naranjas, pero nadie respondía. Todo era desconocido. Con mi amigo hablábamos de los nuevos jugadores, y cerveza a cerveza nos convertíamos en nuevos expertos en una Liga LEB de la que desconocíamos casi todo sólo unos días antes.

De nuestras bocas salían nombres como el de Ricardo Úriz, que provenía de LEB2, o Rodrigo San Miguel, un chaval de 17 años, o de Charly Martínez, un estudiantil, José María Panadero, MVP nacional con el Melilla un par de años antes, o del gran Pep Cargol, nuestra única referencia verdadera del potencial de ese equipo, junto a un Mario García venido a menos. Y de los dos nuevos americanos, Keith y Otis Hill. En nuestra ignorancia, todo era válido.

Era el verano de la ilusión, el verano del 2002. Hace cuatro años pensábamos que nos íbamos a comer el mundo. Asumíamos que esa primera temporada iba a ser muy complicada, que nuestra plantilla confeccionada deprisa y corriendo era corta e inexperta, pero nuestra ilusión nos decía que todo era posible, porque en nuestra mente el CAI era un equipo ganador. El último recuerdo era el de los Arcega, los Angulo, Murcia, Turner y Stewart, uno de los cocos de la Liga.

Poco tardamos en darnos cuenta que nuestra andadura en la LEB iba a ser mucho más complicada. Que nuestros laureles se hábían caído en los últimos 6 años de sequía. Pero eso no podía terminar con nuestra ilusión.

En aquel primer año en el que casi perdemos la categoría, aprendimos mucho sobre esta nueva liga, sobre su estilo de juego, sobre que son los hombres y no los nombres los que ganan los partidos, y que son los equipos y no los individuos quienes acaban ascendiendo.

Conocimos a Gilmore, el hawaiano, a Lucio Gastao y la vuelta de Fran Murcia. También pudimos ver el retorno de José Luis Oliete, de Ranko Zeravica y Alfred Julbe. Supimos de la existencia de equipos como Los Barrios o Rosalía, de un base argentino que nos maravilló en tres partidos llamado Diego Ciorciari, de un campeón de la NBA y profesional como un pino que respondía al nombre de Richard Petruska y otro que nos salvó la temporada y que casi nos asciende tres años después, Washington.

Fue un año intenso, como todos los debuts, en el que es más importante conocer y aprender a desenvolverte en este nuevo ambiente que conseguir resultados a corto plazo. Un año de aprendizaje, un año de novatos, un año para preparar la vuelta a la ACB.

1 Comments:

At 10:14 a. m., Blogger elmasmalo said...

Pensabamos que iba a ser una continuación de tiempos pasados y realmente fue un comienzo... ¡¡¡Y qué duros son los comienzos!!!

 

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