26 septiembre 2006

El bueno, el feo y el malo





Chus observó la pantalla completamente ensimismado. De fondo podía escuchar los silbidos de "El bueno, el feo y el malo." En la comodidad de su salón todo parecía más sencillo. No tenía que lidiar con la prensa (majaderos que todo lo saben), con los jugadores (divos que se arrugaban cuando había que decidir el partido), con la directiva (estos que se creen que con poner el dinero todo se arregla), ni siquiera con sus ayudantes (ay, Joaquín, ¿cuántas veces te recordarán esa bandeja en Ginebra?)... en la comodidad de su hogar, Chus sujetaba el mando con más fuerza que en la propia pista.

Clint Eastwood apuntaba a Eli Wallach junto a la tumba del soldado sin nombre, e inconscientemente Chus le asignó uno pícaramente. No comprendía muy bien como había llegado a esa situación. Apenas un par de semanas antes todo funcionaba sobre ruedas; Onyekwe y Evans habían redefinido la palabra versatilidad; Angulo y Corbacho eran letales en el perímetro; su brasileiro mostraba buenas maneras e intimidación; el bloque funcionaba y los resultados iban cayendo a nuestro favor... hasta ese día.

¡Bang! ¡Bang! Como dos tiros le había sentado esa presionante de Perasovic. Maldito el día que Hevia se lo había traído al Breogan precisamente en ese pabellón, el Príncipe Felipe, en el Preolímpico del 92. El equipo se había derrumbado anímicamente, sin posibilidad de reacción, como un equipo de cadetes cuyo rival es tan infinitamente superior que da el partido por perdido, y le vale con llegar a campo contrario.

Vale que era el TAU, pero el correctivo había sido demasiado serio como para no tenerlo en cuenta. Luego llegaría lo del Caja Rioja, y ahora esto, una derrota en Gandía, y en liga. Menos mal que a la hora de la verdad las victorias sólo contaban en el playoff final, pero sabía perfectamente que un equipo aspirante al ascenso tenía que ganar estos partidos, precisamente estos.

¿Cómo demonios le había podido pasar esto a él? Un estudioso del juego. Táctica, técnica, psicología, preparación física, scouting, todo lo tenía en cuenta. De Scariolo había aprendido que todo es importante, todo influye, todo... todo para caer en la cancha de un recién ascendido practicando un juego horripilante, desastroso. Sin duda habían sido los biorritmos, no los tuvo en cuenta y coincidió que todos los jugadores estaban de bajón. Sin duda era eso.

Se mesó los escasos cabellos que tenía y se quitó las gafas para frotarse los ojos. Eran las 2 de la mañana y ya habían transcurrido 30 horas desde el final del partido. Meneó la cabeza de un lado a otro, advirtiendo que algo había hecho mal. Pero al fin y al cabo, sólo era una derrota. Tenerife le esperaba.